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Quico Cantero.

lunes, 29 de octubre de 2012

E.V.A

Estimado Kike Maíllo,

Me llamo Francisco Cantero Puig, y soy un seguidor de su producción cinematográfica. He prestado especial atención a su su primer y espero que no último proyecto, E.V.A.

Si combinamos su película con otro de índole similar, Inteligencia Artificial, me pregunto si son conscientes... Si usted es consciente de los pensamientos que pueden provocar su obra. El tema central de su obra sin duda son los sentimientos, un tema ya abordado por su predecesor, pero que provoca unas lagunas enormes en mi intelecto, dudas que espero que me satisfaga.

De toda la vida he pensado que los sentimientos nos vienen de dentro. Muchas personas afirman que hay un ente superior, un dios que nos otorga esa capacidad. Otros afirman que los sentimientos proceden del corazón. Sin estar del todo equivocados, se sabe que los sentimientos proceden de nuestro complejo sistema neuronal, o dicho de otra forma, el cerebro. Son estímulos, reacciones que proceden de nuestras funciones motrices. Sin embargo, faltaría añadir que los sentimientos también proceden del entorno social, cultural, familiar de cada individuo. No pensará ni sentirá de misma forma un indigente que una persona a la que le ha sido dado todo desde el mismo día que nació. No sentirá lo mismo un niño con un entorno familiar excelente, que uno que ha sufrido malos tratos desde el primer día. Teniendo en cuenta esta característica, se podría decir que los sentimientos son una síntesis, una conjunción de las capacidades cerebrales y de la experiencia particular. Por tanto, por esa simple regla, se podrían crear sentimientos artificiales, dotar entes de laboratorio con esas capacidades. No obstante, los sentimientos son los que nos hacen humanos. Aunque pudiesen reproducirse parcialmente esas reacciones mediante procedimientos científicos, no convertirían en humano a un robot.

Por tanto, sólo queda una pregunta por hacer: ¿qué pretende al intentar mostrarnos un robot como un humano? Cada vez que uno de ellos es desactivado, cuando “cierra sus ojos”, ¿qué siente? Los sentimientos son esencialmente empíreos. Si cada vez que se les ordena cerrar los ojos y reiniciarse como un ordenador, ¿qué sentimientos puede desarrollar? Siempre será un robot cuyos “sentimientos” sean fugaces reacciones que se asemejarían más al simple instinto de un animal que a las emociones puramente humanas.

Tal vez sea joven, pues tan sólo tengo 16 años, y mi pensamiento sea aún básico, pero creo firmemente que esas preguntas son básicas en una película de esa índole. Usted ha tenido la oportunidad de aprender de las carencias de la famosa película de Steven Spielberg, pero ha preferido dejarnos con más preguntas. Tal vez pretenda formar una nueva corriente de pensamiento filosófico, adaptado a las nuevas tecnologías, en cuyo caso no lo discutiría, ya que si así fuera, estaríamos abandonando el conocimiento “prekikeniano”, al igual que hicieron los presocráticos con la llegada del adoctrinamiento socrático.

Espero tenga en cuenta mis inquietudes para futuras obras.

Atentamente, un confuso admirador.


Quico Cantero.

jueves, 18 de octubre de 2012

El libro del buen amor, Arcipreste de Hita


Antes de proceder al comentario del fragmento, se debería reflexionar un poco sobre la temática general del libro y sobretodo, el contexto histórico de la época. El libro está datado entre los años 1330, y 1343, y pertenece a la corriente literaria Méster de Clerecía.

El autor expone un tipo de autobiografía, a través de personajes que son representaciones biográficas suyas, o bien a través de las representaciones de sus numerosas amantes, pertenecientes a todos los rangos estamentales de la sociedad medieval, ejemplificando relaciones con damas de alta cuna, o incluso con mendigas, como el texto a analizar propone.

El libro es antes de nada una crítica brutal de la época. En este siglo ya es patente la corrupción y relajación de las costumbres de los estamentos dominantes, en especial, el eclesiástico. En este último caso, destacaría de manera predominante el “incumplimiento” del voto de castidad. Era frecuente ver burdeles exclusivos para seglares, e incluso existía un tipo de contrato, que a nuestros tiempos ha llegado como la “barraganería”, que era ni más ni menos que un miembro, generalmente del alto clero, tomase a una dama por concubina.

Ante toda esta falsedad, el autor hace una única reflexión final: el amor es falso, engañoso, y sólo el amor a Dios, o el amor que él mismo nos otorga es puro e incondicional. Para expresarnos este punto de vista, utiliza las “mujeres de su vida”. En el caso que nos atañe, utiliza a una mendiga. A continuación, analizaré por separado los párrafos del fragmento:

Si parienta no tienes,     toma una de esas viejas
 que andan por las iglesias      y saben de callejas 
 con gran rosario al cuello      saben muchas consejas 
 con llanto de Moisés      encantan las orejas.

Si no tienes una esposa, siempre puedes ir a por una de las “nobles damas” que rondan las iglesias, que fingiendo una gran fe y misericordia, utilizan el saber que el hambre y la miseria les ha obsequiado, para conseguir mediante rezos, lágrimas de cocodrilo o un par de vueltas a las cuentas de un rosario, cazar a sus desprevenidas víctimas.

Estas pavas ladinas     son de gran eficacia,
 plazas y callejuelas      recorren con audacia,
 a Dios alzan rosarios,      gimiendo su desgracia;
 ¡ay!, las pícaras tratan     el mal con perspicacia.

Un ejemplo por el amor hereje hacía de Dios, una ayuda para esta pobre anciana…., cualquier sermón similar a éstos era válido para atraer la compasión de las buenas gentes. Con mentiras y engaños, disfrazaban sus malas intenciones, cual gitana intentando leer el futuro a través de las manos.

Toma vieja que tenga      oficio de herbolera, 
que va de casa en casa      sirviendo de partera, 
con polvos, con afeites      y con su alcoholera 
mal de ojo hará a la moza,       causará su ceguera.

Cualquier método o servicio era bienvenido, desde servir de curandera, hasta los ruines servicios de brujería.


Procura mensajera      de esas negras pacatas 
que tratan mucho a frailes,      a monjas y beatas, 
son grandes andariegas,     merecen sus zapatas: 
esas trotaconventos      hacen muchas contratas.

Las pobres damas tenían bien merecido su calzado, pues debían desplazarse a muchos lares, según conviniera a sus necesidades. Además, adquirían sabiduría popular por la interacción con la gente.

Donde están tales viejas      todo se ha de alegrar,                                                                                                                     pocas mujeres pueden      a su influjo escapar;
para que no te mientan      las debes halagar, 
pues tal encanto usan      que saben engañar.

El autor empieza a mostrar cierta inclignación ante la dama, pues ve en el noble arte del engaño que ella domina, una “virtud” que muy pocas damas ostentan.

De todas estas viejas      escoge la mejor,
dile que no te mienta,      trátala con amor,
que hasta la mala bestia      vende el buen corredor
y mucha mala ropa      cubre el buen cobertor.

Entre tantas virtuosas, debes escoger la mejor, exprésale tu amor, y pídele que utilice sus artes en otros lares. Por último, añade una reflexión, expresando que un buen vendedor sabe vender el peor de los productos, y que bajo una horrorosa fachada, puede esconderse un bello interior (aunque en este caso dudo que se refiera a buenos sentimientos, sino más bien a posibles “atributos” ocultos a la vista).
Dicho todo esto, sólo cabe comparar el fragmento con lo dicho del autor y su obra antes. El autor ha utilizado una persona ajena a los ideales estéticos de la época para expresar la falsedad y transparencia del amor. Ante este desconsuelo, sólo queda el amor a Dios.